jueves, 22 de abril de 2010

El Dolor de La Indiferencia


Está agazapado, en un rincón de nuestro cuerpo o en un rincón de
nuestra mente.
Ahí, o en cualquier otro lugar, escondido en el bosque o en el agua,
pero está escondido, vigilando, no nos quita sus ojos, profundos y hábiles, de cada uno de nuestro movimiento, como una fiera, como un felino, lista a atacar. sua manos abiertas, mostrando sus garras
afiladas y peligrosas.
Es maestro en el ataque, en el sufrir y hasta llega a agonizar. No pide
perdón ni permiso, es implacable y muchas veces, insoportable. Día y noche, para el no hay descanso, no hay feriado, no hay amigos ni parientes, llega donde se propone, es despiadado, no tiene alma, no tiene corazón y nunca,
nunca se arrepiente.
¿ Quien no le teme ? ¿ Quien no lo rechaza ? ¿ Qien no lo ha tenido o tal vez lo tiene ?
Algunos, según él, lo ha merecido, otros, en cambio, el lo ha decidido. Es independiente y
utiliza su poder, a su capricho y entender. Tiene vida propia y es difícil ignorar su ataque.
No respeta edad, capa social, lugar, hora o tiempo.
Hace temblar al más valiente y con el tiempo lo transforma en cobarde, lo persigue hasta tenerlo a su merced.
¡ Pero tiene su utilidad ! Su voz nos alerta, nos avisa, de día o de noche, su voz es la alarma que
nuestro cuerpo necesita para llamar la atención. La atención de un dolor, o la atención de una
pena, que es el dolor que no mata, pero hiere a nuestro corazón, a nuestra alma, a nuestro ser.
¡ El dolor ! ¡ Hay tantos dolores ! ¿ Cual de ellos será el más doloroso ?
El dolor de la ausencia, el dolor de la partida, el dolor del amor que se ha ido. En mi vida he
aprendido, que el dolor que más duele:
¡ El dolor de la indiferencia !

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