Quedó sola al píe de la tumba, con su ropa de duelo y su
corazón
deshecho. Parientes, amigos y algunos curiosos se fueron
retirando
como si fuera el fin de una función. Ella, al píe de la
tumba, mirando,
sin ver, coronas, ramos, flores y alguna estampita que
alguien de fe
dejó al pasar, le hicieron compañía en su soledad…
Sus ojos secos ya no lloraban mientras su mente recordaba
besos y
caricias que llamaban al deseo de pasión y de amor. Horas y
horas
soñando en sus brazos mientras susurros de promesas y sueños
que
mantenía la llama eterna del amor…
Nada tenía para reclamar; ella había sido la amante del
hombre que
yace en la fría tierra. No era su mujer, ni familia, era
sólo su amante y
tal le correspondía, ya que era dueña de los recuerdos, como
el aroma
de su piel, o alguna carta extraviada o algún regalo para
festejar una
ocasión…
¡Que vida oscura y triste de la amante que pierde a su
hombre!
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Y en las noches por venir dormirá junto a sus recuerdos y
podrá verse
en sus labios una sonrisa o quizás una lágrima, que el sueño
le hará
recordar. Perdió al hombre pero no quedó sola…
¡Es dueña de los momentos felices de los dos!
Mario Beer-Sheva
“Nos cruzamos con muchos hermanos. Pero no los reconocemos”
José Narosky.-
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