viernes, 17 de diciembre de 2010

Redención


Temo la noche, como temo el olvido, son fantasmas que rondan mi cuarto, vigilan mi lecho. acosan mis sueños. Sus risas estridentes, auyentan mi descanso y dan paso al insomnio, que es
mi mayor enemigo.
El sol me avisa del nuevo día, de un día perdido ya que el cansancio no me permite trabajar y así me voy hundiendo, en la miseria, en la amargura;
sólo me queda el triste recuerdo, de un amor perdido, en las tinieblas de mi vida derrochada, de mi vida perdida, en los brazos de mujeres, que pertenecen a la noche, al alcohol, a la vida fácil, que desperdician todos los días, que olvidan su juventud, hasta que ella los deja, sin poder recuperar.
Son fantasmas, de mi pasado, que como una venganza, de recuerdos, se presentas y se burlan, de lo que quedó de mi vida; un triste despojo, un payaso que llora, un enfermo pidiendo piedad, cuando sabe que no tiene cura, a ese mal que lo aqueja.
Amada mía, son tus fantasmas, que no me dejan vivir. Les he suplicado, por haberte dejado y ellos me contestan con risas filosas, que hieren mi carne, atacan mi ser.
Me he enterado, que ella se ha dejado morir, por la pena de amor, cuando
la abandoné.
¡ Quisiera hacerla resucitar ! Pero no puedo cumplir.
¡ Quisiera dar mi vida, en lugar de ella ! Pero no puedo cumplir.
¡ Quisiera perder mi vida, para vivir junto a ella ! Pero no puedo cumplir.
Mientras, los fantasmas, con sus risas burlonas, me invitan que deje la vida y me una a ellos, como una carcajada final.
¡ Si, eso puedo hacer !
Espérame, amada mía, he comenzado el viaje que nos volverá a unir.
Mario Beer-Sheva

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