miércoles, 2 de junio de 2010

Un Vicio Mayor


¿ Quieren ustedes oír una confesión, pues ahí va ?
Me gustan las mujeres, todas en general. Las altas, porque son altas
y las bajas ya crecerán.
Me gustan las mujeres, que saben amar y si no saben, ya aprenderán.
Me gustan las flacas, porqué son rápidas y las gordas, lentas y sin apuro,
besan con lentitud.
Casadas, solteras, viudas o divorciadas, todas me da igual. Debo dejar en claro,
que tengo un gran defecto, soy celoso y meloso, por demás. La mujer mía es mía
y de nadie más, que quede entendido, que la mujer deberá cuidarme, ya que soy
fácil de enamorar. Me cuesta decir no, cuando de amores se trata y dejo lo que
estoy haciendo, para dar una buena atención.
No sé si esto es hereditario, yo lo aprendí de mi padre, que fue un gran campeón y mi madre,
que en paz descanse, lo casó en el boliche, acodado en el mostrador, que pasado de alcohol,
firmó y después se arrepintió.
Los años, me fueron pasando, por arriba o por abajo, pero mis gustos y contento estoy, fueron
quedando, intactos como ayer.
¡ Ayer ! Justamente fue ayer, que me enamoré por última vez. La veo al pasar y de ella me prendí, alta y hermosa, como una diosa, con un pelo negro o castaño, tal vez canosa.
¿ Que importancia tiene el pelo, cuando de mujeres se trata ?
Su sonrisa me cautivó, mi corazón quedó engrillado, como preso peligroso. Y ahí nomás le
declaré mi amor, honesto y sincero, virgen, además.
Esta fue mi confesión, ahora debo dejarlos, tengo asuntos pendientes, que debo ver.
¡ Me gustan las mujeres, que puedo hacer !

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