
En un susurro recitó los versos de Bequer :
! Qué solos y tristes se quedan los muertos ! No lloró, sus ojos ya no tenían lágrimas, estaban secos como la tierra. Miró la tumba, como reconociendo el lugar, y la tierra que la rodeaba.
Se inclinó, en un jarrón de hojalata, acomodó las flores. Se inclinó un poco más, sus brazos abrazaron la tumba recien tapada. LLevó un brazo a la cintura. Sacó el arma...
El ruido espantó a pájaros y palomas. El se fundio en la tierra que ya amaba. Los pájaros y las palomas volvieron.
Tambien el silencio. ! Las flores no estaban !
Por Mario Belapolsky
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