Tu no me viste, me escondí en las sombras de un zaguán, yo
pude
verte pasar muy contenta. Tu brazo del brazo de tu amante,
en tu
boca una sonrisa que sabía a miel, tus labios reían con el
gusto que
da el amor. Mientras tu hombre besaba tu cuello, besaba tu
pelo y
hundía su boca en tu boca que tanto reía…
¡Así conocí el dolor!
Se detuvieron a mi lado y besos y abrazos repartían
anticipando la
noche que se venía; no pudieron contenerse y suspiros y
palabras
escuché consternado ante tanta desilusión…
¡Mientras, yo sufría y sufría!
Ustedes gozaban, sin tiempo ni medida, promesas que tu boca
en mi
habían jurado y hoy tenían otro dueño…
¡El zaguán fue testigo de mi rabia contenida!
Y así es como aprendí a morder mis puños, secar mis
lágrimas, contener
mi grito, mientras mi bronca pisoteaba mi orgullo…
¡El zaguán fue mi guarida y hoy, en mi locura, en él perderé
la vida!
Mario Beer-Sheva
“La acción más pequeña, es mejor que la intensión más grande”
Anónimo.-
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