sábado, 21 de enero de 2017

**El Grito**


 

 

El grito intenso y desesperado me despertó de mi ligero sueño;

sin abrir los ojos esperé en silencio que se repita o solo había

sido una pesadilla. Volví a oír el grito de una garganta dolorida

por el esfuerzo, gritaba el nombre de mi amada, el nombre prohibido,

el nombre que no debía repetir por un pecado compartido.

Una y otra ves el grito retumbó en mis oídos mientras mi corazón

extrañado reconocía el nombre que como una mordaza en mi boca

no debía nombrar. Nuevamente el grito con su mayor potencia como

pidiendo el auxilio, para ser socorrido, como alguien que está herido de

muerte o es arrastrado por un río turbulento que lo conduce a la guadaña.

Abrí los ojos intrigado por el nombre que repetía, mientras tapaba mis

oídos, sin conseguir quitar el grito cuyo nombre lastimaba mis recuerdos.

Consternado y con asombre comprobé que el grito salía de mi boca; con

una bufanda amordacé mis labios. De nada sirvió, el grito seguía en mi

cabeza, en mi cuerpo, en mi interior.

La ronquera enmudeció mi voz hasta ser un susurro para morir con su

nombre en mis labios y su recuerdo en mi corazón.

¡El grito murió… yo también!

Mario Beer-Sheva


“No son los muertos, no, los que reciben rayos de luz en sus despojos

yertos.

Los que mueren con honra son los vivos.

Los que viven sin honra, son los muertos.”

José Narosky.-   

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