No necesito jueces que dicten mi pena, conozco el castigo
que he ganado
por haber actuado como actué. Soy culpable de haberla
conocido, de mirar
sus ojos y caer rendido, de abrazar su cuerpo mientras mis
labios calmaban
la sed que me roía y no escuchar de quienes la conocían,
haciendo oídos
sordos, los dichos y murmullos de aquellos que me querían.
Me declaro culpable, sin apelación, sólo espero que el
castigo que la vida me
imponga sea llevadero y después de cumplir mi pena pueda
volver a vivir. Ni
odio, ni rencor; yo mismo fui el culpable, del delito, de
haberme enamorado.
¡ Y no me corresponde el perdón !
De esta actitud tan desgraciada, que afecta hondamente a mi
vida, sólo puedo
decir que he aprendido a desconfiar de los ojos hermosos y las
sonrisas fáciles
que quieren parecerse al amor.
¡ Duro aprendizaje el mío, que nunca olvidaré !
Y cuando cumpla mi pena y esté libre para volver a vivir;
haré nuevos amigos,
no faltaré a ninguna reunión, mi risa será cristalina y
todos podrán disfrutarla.
Me quitaré la culpa, como una manta inútil, pero nunca,
nunca, nunca volveré
a enamorarme…
Mario Beer-Sheva
“La vida no es esperar que pase la tormenta, es aprender a
bailar bajo la lluvia”
Anónimo.-
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