No mires, estoy llorando. Lloro de pena, de dolor, de verguenza. Lloro, como
los hombres, a escondidas, en forma reservada. ¿ Porque a escondidas, porque
disimulada ? ¡ Las lágrimas del hombre o de la mujer ! ¿ Que diferencia ?
Lloro la pena de haberte creido, cuando tu boca, llorabas o reías, también mentías.
¡ Y yo te creía !
Te has ido, me has dejado la pena, que mi corazón tendrá que calmar, me has dejado el dolor, que quema por dentro, como un acero caliente, me has dejado la verguenza, de amigos y conocidos, que me cuesta mirar.
No mires, estoy pensando. Si la pena, el dolor y la verguenza, tu la produjiste.
¡ Hoy te maldigo, mujer venenosa ! ¿ Si has creado, todos esos males ? Al irte, porque no te los llevastes y me dejaste, alegre y despreocupado, que fue la forma que me conociste.
No mires, ni lloro ni pienso. No perderé tiempo, de hoy en más eres dueña de mi pena, de mi dolor, de mi verguenza. Nada has dejado para mí, todo es tuyo.
Mientras yo viva, seré feliz y cuando te recuerde, con mi alma:
¡ Te maldigo, con todo mi ser !
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