viernes, 22 de octubre de 2010

Historia y Sus Raíces


La noche, aún no había terminado, yo listo, con la mochila al hombro, esperando las primeras luces, para huir del pueblo, para huir de ella. Y si era posible olvidar pueblo y ella. Me puse en marcha, dirección sur, buscando alejarme del daño que recibía.
Al rato, no más, la luna se fue con un *buen día* y el sol ocupó su lugar, con *así será*.
Con las primeras luces apuré mi marcha y con algunos trancos, el pueblo quedó atrás y el perfume de ella fue historia, para mi alma herida.
¿ Como la quise ? ¡ Le rogué, le supliqué !
Todo fue en vano; ella no quería dejar su pueblo, donde había nacido, enterrado a sus abuelos, a sus padres, donde vivian sus amigos, compañeros de colegio, de aventuras, nada de eso quiso dejar.
Me juró que me quería, pero estaba enamorada de sus raíces, tradiciones y costumbres y prefería perderme antes de perder su historia...
El viejo, de barba larga y blanca, con su carro, con muchos años y su caballo, flaco
y manso, se detuvo a mi lado y ofreció llevarme. No pasó mucho tiempo que le conté mi historia y esto fue lo que me contestó:
Hijo: el amor es muy bonito, puede morir o nacer, puede cambiar o durar una vida, puede ser correspondido o rechazado, puede ser dulce o tener gusto a hiel, puede que la suerte te acompañe o te abandone en medio de la vida. La historia, en cambio, es la partitura del músico, la continuidad de una vida que heredaste, la herencia que dejarás.
¡ Tu amada no está equivocada !
Las costumbres de algunas tribus, de casarce entre ellos, era seguir la historia, de
generación en generación...
¡ Detenga el carro, abuelo, debo bajar ! Y mirando hacia el norte me puse a correr.
¡ Hijo: olvidas tu mochila !
¡ No la necesito, abuelo, mi historia está en el pueblo, que recién, abandoné !
Mario Beer-Sheva

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