¡ No ! No digas nada; muchas palabras se necesitan
para una despedida, como la nuestra. Es preferible que
nuestras palabras queden mudas, dentro nuestro, pronunciarlas sólo traerá herir nuestros sentimientos, después de la vida que hemos vivido.
Separémonos en silencio, sin llantos, sin protestas, sin
culpas; con un adiós será suficiente. Sabemos lo que fuimos: ¡ fuimos amantes ! ¿ acaso lo dudas ?
Nuestros cuerpos vivian juntos, gozaban en pareja, reían o lloraban; pero
siempre entre los dos. Y nosotros contemplábamos esta magia del amor.
Eran cuerpos que nacieron separados, pero al volvese amantes, en un solo cuerpo se transformaron.
La felicidad que había entre ellos era difícil de creer, pero hoy, que ya se han separado, será muy difícil hacerlos entender.
Las despedidas son tristes, decimos palabras que debemos callar y otras,
callamos cuando debíamos hablar. Las lágrimas acompañan la ocasión,
evitemos las lágrimas, evitemos el adiós. Y en nuestro interior que quede la duda de volver a empezar; vivir con una esperanza, es vivir, sin esperanza, es morir.
No quiero morir, no quiero que mueras; el destino nos ha unido y el mismo destino, que hoy, nos obliga a separarnos.
Deja que te mire a los ojos, que las lágrimas han quitado su brillo y en un murmullo, con mi voz entrecortada, te digo:
¡ Hasta siempre, mujer amada !
Mario Beer-Sheva
La paciencia es un árbol de raíz amarga, pero de frutos muy dulces.
Anónimo.-
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