Me detuve, al llegar a la loma, para mirar el valle, al
fondo del camino, donde veo el pueblo, que un día abandoné.Fue una noche, de luna llena, con el cielo
cubierto de estrellas, que iluminaban la senda, por la cual me fui.
Observo, al pueblo que me vio nacer, ahí dejé mi niñez
mi adolescencia, mi juventud, mi primer baile, mi primer beso, mi primer amor; que en pocos días terminó, cuando juré para toda la vida, mantenerlo en mi corazón.
Mi pueblo; en ti me embriagué del amor de una mujer, de toda una mujer,
que sus besos , sellaron mis labios, sus ojos, apagaron mi luz, su cuerpo, abrazado al mío, me dio calor y yo bebí su amor. Con ella conocí la dicha,
los juramentos, de una mujer enamorada y el despecho, de una mujer traicionada.
Mi pueblo; en el cual desperté a la vida, a la realidad y a la triste lucha, de pasar por ella. Dejé de creer en milagros y supe del dolor de un hombre y lloré, como tal, sin verguenza y con gran dolor, supe que mi destino estaba lejos de ese lugar.
La luna y las estrellas, en lo alto, dibujaban el camino y caminé, huyendo
del dolor, buscando un lugar, para comenzar una vida, que sea digna de vivir y por muchos lugares pasé y en ningune me quedé.
En todos conocí amores, falsos y traicioneros; y hoy vuelvo desilucionado
y con una carga de años, buscando a mi pueblo, donde recibí la vida y no la entendí.
Hoy, en la vejez, quiero que mi cuerpo descanse en este pueblo, en el cual fui tan feliz y no lo comprendí.
Lentamente, estoy bajando al valle, mientras mi corazón, con gran emoción a los vientos le van contando: ¡ Esta es mi tierra y aquí descansaré !
Mario Beer-Sheva
has conseguido emocionar a esta asturiana lejos de su tierrina amada, un besin muy muy grande magno poeta, y muchisimas gracias por concedernos el honor de ser testigos de tu sublime alma de poeta.
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