Y en el mayor silencio y disimulo, se introdujo en mi vida, se adueñó de mi alma, silenció mi valentía y despertó a mis miedos. Y los miedos, navegaron por mi sangre, invadierón mi corazón y la cobardía se hizo fuerte y tomó el control.
La desesperación y el terror son dueños de mi cuerpo y de mis actos y como un poseído, mató al amor, a la ilusión, a los sueños y me dejó sólo,
olvidado, sin consuelo y destruido.
El tiempo, junto con los años, pasaron y yo quedé esperando, a la mujer que tanto amé, que venga a rescatarme, que me tome de las manos, que me abrase y me dé las fuerzas de luchar contra esta depresión, contra
este desconsuelo, que de hombre me trnasformó en un títere, sin vida propia; sólo los miedos me acompañan en mi miserable vida.
¡ Una vida sin sentido !
Pasaré por la vida, sin dejar un rastro, una estela, un surco, una muesca, algo que sea testigo que he vivido, de que he amado y hasta en mis últimos
momentos, ella era parte de mi corazón, era como el escudo para el guerrero, el laurel para el vencedor.
¿ Es posible vivir así, además, es justo, acaso esto es vida ? ¡Estoy seguro que no!
Temo salir a la calle, temo luchar, temo existir, temo a mi cuarto, que de ella me hace acordar y en un rincón, en la mayor oscuridad, como un vegetal, espero tranquilo que la muerte me venga a rescatar.
Mario Beer-Sheva
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