La luna llena, asombrada, fue la primera que los vio. Por falta de voz, no pudo avisar, las estrellas, en cambio, que no aprendieron a hablar, mudas ellas, se pusieron a titilar, asombradas del espectáculo que tenian ente sus ojos, que no paraban de pestañar.
En la tierra, en un pequeño parque, donde van los niños a jugar, se encontraron los malevos, listos para el duelo final.
El diestro se quitó el saco y lo enrolló en su brazo izquierdo. El zurdo, colgó el saco de una rama y con el poncho abrigó su brazo, dejando libre la zurda. Los dos, metieron mano en la espalda y desenvainaron sus dagas.
Uno gritó: ¡ hasta el final ! y el otro le contestó: ¡ el que queda será el macho de ella !
Los aceros chocaron y hasta chispas se vieron. Eran como dos bailarines, en un baile macabro,
buscando romper la defensa, del rival. El zurdo, con maña, le pisó un pie y al fondo se le tiró buscando el corazón, mientras la daga entraba en su pecho, el derecho, con un último esfuerzo,se la clavó debajo del cinturón. Y el grito final, que la luna lo escuchó: ¡ Pompeya no será para ninguno de los dos !
Antes del amanecer, encontraron los cuerpos, sin saber el motivo de este duelo infernal, sólo la
luna, escuchó el nombre de la mujer. ¡ Y gritó, gritó, gritó, hasta que llegó el sol y la desalojó !
Es sabido que la luna no sabe hablar y no tiene memoria.
Sin voz y sin memoria. ¡ La luna es un adorno en el cielo, que rompe la oscuridad !
¡ Es un adorno, nada más !
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