¡ Señora, señor ! Pocos minutos les quitaré quiero hablarles sobre la felicidad y el futuro, de Pompeya, vuestra hija menor.
Nos amamos con dos chiquilines, nos reímos sin motivo, nos besamos, sin verguenza, caminamos sin destino y en las plazas, nos detenemos y vemos a los niños y luego nos miramos y como llamando al futuro, jugamos con los nombres que a los nuestros pondremos, en los parque nos detenemos, imitamos la alegría de los pájaros, como dos tontos. ¡ Como dos tontos enamorados !
¡ Señora, señor. ! Ustedes fueron jóvenes y vivieron nuestra juventud, les suplico que nos dejen vivir nuestro momento, de amor
fresco, sano y puro. Que es el mejor amor, el que más se recuerda y el que vive, en nuestros corazones, para siempre.
Pompeya me ha contado, que ustedes nos ven jóvenes, inquietos, alborotados, que nuestros
ojos tienen un brillo, como un faro en la niebla, que nuestros labios, húmedos de deseo y pasión.
¡ Y que hay de malo !
El deseo y la pasión, mantiene joven el corazón, deja a un lado la razón y toma las riendas del amor.
¡ Señora, señor ! Les aseguro que soy una buena persona, lo único que tengo es mi juventud, que junto con mi vejez, quiero compartirlo con Pompeya, a la que amo, hoy y para siempre. Les doy mi palabra de honor.
¡ Hijo ! Nosotros somos sus padres y la criamos para un hombre como vos, te esperamos, nuestras puertas estarán abiertas para darte nuestra bendición.-
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