domingo, 23 de enero de 2011

Honor


Primero avisté el río, de poca agua y correr perezoso,
algunos peces, en el agua cristalina, me trajo a la memoria los días felices de pesca, que tanto disfruté y aquel primer beso, que robé y nunca olvidé.
Crucé el puente, con sus mismos ruidos y quejidos,
observando la estructura de hierro oxidado, toda una aventura cruzar por él.
Ya estaba en el pueblo, no había gente por las calles, era la hora de la siesta, en sus casas, pocos habitantes, los jóvenes tomaron el rumbo, de la
gran ciudad.
Me detuve frente a la casa, que fuera de mis padres;sólo una tapera, de ella quedaba.
En ella me crié, la adolescencia, la juventud y al ausentarme, mis padres murieron y la casa, el tiempo, la derrumbó. Tuve ganas de llorar y lloré,
como esperando que mis lágrimas rieguen el jardín, que mi madre tanto cuidó. Los años, la sequía y el viento, hicieron el resto.
Crucé a la vereda de enfrente, por la calle de tierra, me acerqué al portón, que tanto conocía. Fue donde la abrazé, la cubrí de besos, de promesas y
juramentos.
De pronto, en el portón, apareció la madre y así me habló:
*Muchacho, debes irte de este pueblo, nadie te mirará bien. Por defender el honor de mi hija, once años de cárcel recibiste y con justa razón; debo decirte que mi hija no conoció el honor, al poco tiempo, en el frio de una noche de invierno, la encontraron en los brazos de un hombre casado.
Con algunas ropas y sin honor, desapareció del pueblo, hasta hoy.*
Sin contestar, cabizbajo enfilé para la estación, un solo pensamiento, me acompañó.
¡ Once años perdidos, pero el honor de mi amada, sin manchas quedó !
Mario Beer-Sheva

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