jueves, 10 de junio de 2010

Nacer con un grito, morir con una sonrisa


La lluvia, indiferente, caía sobre la ciudad, los peatones, apurados, buscando un resguardo del temporal. Charcos en calles y veredas, dificultaba el andar. Del café, que entré a guarecerme, tenía un panorama del centro de la ciudad.
Me gusta el café tibio, nunca caliente y eso me daba la oportunidad,
de mirar a la gente, corriendo y esquivando autos, para evitar la humedad, apurados, esquivando gente para evitar un accidente, en una noche difícil de manejar.
Llamé al mozo, pagué el café, me ajusté el abrigo y salí del local. La lluvia mojó mis anteojos,
quitándome parte de mi visual. Me apoyé en el bastón y el dolor de mi reuma y yo enfilamos
hasta el primer semáforo peatonal. La luz, de repente, cambió y el colectivo en un costado me golpeó, oí el ruido de mi esqueleto, protestando de dolor. La gente se agolpaba, con distintos consejos y como en la distancia escuché una voz, del pasado resurgir: *¡ lo conozco, fuimos novios, quiero que su cuerpo descanse en mis brazos, quiero acompañarlo, hasta el final:
¡ Señor permite que mi voz, la escuche este hombre, que tanto amé, deja que se sienta acompañado, en tal difícil situación ! *
¡ Miren, miren, se lo ve sonreír !
El accidente provocó una muerte y con la muerte llegó el pasado y el pasado le trajo un recuerdo feliz.
¡ Una manera de morir !

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