Viejos recuerdos, nuevas lágrimas, que ruedan por mis mejillas, en los momentos de silencio y soledad. Temo el silencio, temo la soledad; porque ellos vienen, a mi encuentro, como sal en la herida, me hacen sufrir.
No siempre fue así; durante una época disfruté de su amor, que parecía interminable y duradero, hasta la eternidad. Bebí el néctar de sus labios, me hundí en la profundidad de sus ojos, gocé de su sonrisa, jugué, como el viento, con su pelo, amé su cuerpo y al escuchar su voz, mi corazón abría las ventanas, que dan al amor.
Todo fue perfecto; nuestros días se conformaban con risas, juegos, suspiros y graCndes momentos de felicidad. ¿ Habíamos conquistado el mundo ?
¿ Que más podíamos pedirle a la vida, que tan generosa, fue con nosotros ?
¡ Nada pedimos, nada necesitábamos, todos eran premios, en nuestro nido de amor!
Y una tarde, cuando el otoño se iba, me encontré con una nota: * renuncio
al idilio, a nuestro amor confundido, a nuestra amistad, a terminar con un sueño, que fue un sueño, nada más*
Y tus palabras, que hieren y matan, son viejos o nuevos recuerdos; no hay diferencia, las lágrimas son las mismas, que lastiman mis mejillas y tienen el mismo sabor.
¡ Temo el silencio, temo la soledad ! ¡ Temo, porque tu no estás !
Temo al mundo, que nunca fue nuestro. ¡ Lo temo, de verdad !
Mario Beer-Sheva
Cuando envejecemos la belleza se convierte en cualidad interior.
Ralph Waldo Emerson
Clérico (1803-1882)
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