Sólo, muy de tarde en tarde, me acuerdo de ti y únicamente, en ese momento escucho tu voz, oigo tus suspiros, creo en tus llantos, comparto tus risas, festejo tus promesas, creo en la bondad de la vida, en la justicia de los hombres y el temor a Di-s.
Pero, muy de tarde en tarde, me arrepiento de nuestro amor, que agonizó. Hay cosas que no se puede olvidar y otras, que no deseo hacerlo; como olvidar el calor de tu cuerpo, en mi cuerpo, tu boca que besa, tus labios que queman, tus manos,
curiosas, que cubre mi cuerpo y me promete amor.
Cuando, muy de tarde en tarde, recuerdo nuestras aventuras, nuestro caminar, por calles y avenidas, sin ritmo y sin concierto, siguiendo, sólo, la marcha de nuestro deseo, que apura el regreso a nuestro nido de amor, donde habíamos perdido la verguenza y sólo la locura, mantenía nuestra unión.
Créeme, muy de tarde en tarde, mi mente se abre y como atropellando, salen recuerdos, recuerdos que deberían haber muerto, pero viven y buscan la luz, flotan en el olvido, pero no se ahogan, ni se pierden en los vericuetos del tiempo.
Pienso, muy de tarde en tarde, que lo nuestro fue salvaje, como si quisiéramos herirnos en lugar de amarnos y nos herimos, con saña, rabia
y rencor; sin nada que lo explique, sin respuesta.
¡ Es uno de los tantos misterios, que tiene el amor !
Y ahora, que mi cuerpo enfermo, tiene poca vida.
Te pido, muy de tarde en tarde, me recuerdes corazón.
Mario Beer-Sheva
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