Primero mis manos y luego mis labios, exploraron tu cuerpo, con gusto a miel.
Tu cuerpo se arqueaba, como tensando una cuerda, de un instrumento para que su sonido, invite a los ángeles, a bajar y ver.
Y mientras, mi boca curiosa, revisaba cada pliegue de tu cuerpo en flor, tus gritos se escuchaban, pidiendo, rogando, más y más.
Que pasión, la nuestra, que verano, magnífico, a la orilla del mar.
Nuestros trajes de baño, quedaron olvidados en la playa desierta y
finalmente, las olas, se los llevaron, al mar, como prenda-testigo de nuestra gran pasión.
El verano terminó, el sol no calentaba, el cielo se nublaba, los días se acortaban, la playa quedó desierta. Nosotros nos juramos, que nuestra pasión era eterna, que nos veríamos y seríamos los amantes, más amantes, que la historia creó.
Un año ha pasado y no te volví a ver, esperé tu llamada, como se espera a las estrellas, cuando
aparece la luna.
Un nuevo verano, bajo a la playa, reconozco los árboles, que tapaban miradas indiscretas.
Pero tu no estabas. ¿ Quizás fue un sueño ? De una noche cualquiera, que el deseo, hizo real la
lujuria, que todos llevamos dentro de si.
Entre las piedras, que la marea suele tapar, encontré un traje de baño, blanco como la inocencia.
¡ Pero esto es otra historia, que algún día contaré !
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