Mucho antes, que la luna huyera, el hombre, gracias a las
paredes y a los árboles, llegó a su casa, las risas, las jaranas y la algarabía, se escuchaba en los vecinos, mañana tendré otro día de quejas y mal humor, entre mis vecinos y pensando lo de mañana, hoy largó la carcajada.
Apoyado en la baranda y empujado por el alcohol, con ruido y
esfuerzo, hasta el tercero, subió. Su cuarto, todo revuelto, lo
recibió y quitándose el saco, sobre la cama cayó.Las sábanas,
sin conocer la plancha de hace meses, lo vio acostarce.
Mientras sus canciones, ruidos y cacajadas, despertaban a los
que mañana, tendrían que ir a trabajar.
Primero las canciones, luego las carcajadas y después los ruidos, llamaron al silencio y el hombre, entre las sábanas
arrugadas, procuraba dormir. Esta noche, como tantas otras, la caña, la ginebra o el vodka, no se ponian de acuerdo para que el hombre pudiera dormir.
Dormir y no pensar, no pesadillas, no recuerdos, la conciencia adormecida, pronto lo dejará
descansar.
El hombre, que todas las noches, viene de la noche, hoy, nuevamente, no podrá dormir. Sus
penas no lo dejan, sus penas lo prefieren despierto, para incriminarlo, hacerle recordar, la vida
que malgastó, que no supo aprovechar.
El hombre quiere hundir, las penas, en el líquido de la caña, la ginebra o el vodka. Pero las penas, después de tantos años, aprendieron a nadar. Las penas se matan cuando el hombre
muere, mientras el hombre vive las penas viven con él.
El hombre no quiere morir, toma y toma, recuerda lo que fue o lo que podría haber sido y por
último, se entrega y se pone a llorar, en silencio, que nadie lo escuche, sólo las penas saben de
su dolor.
¡ Las penas triunfaron, el hombre lloró y después, de un buen rato, el hombre se durmió !
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