Con sus espaldas derechas y mostrando el pecho, sus piernas rígidas y sus botas lustradas, sus tacos de acero, que como un tambor replican sobre el suelo.
Sus armas que brillan, opacando el sol de la mañana,
sus jóvenes y esbeltos cuerpos hacen más bellos sus uniformes; al marchar, la gente reunida, les obsequia
aplusos y algarabía, les regalan besos de despedida,
y otros le tiran flores, como mensajes a los dioses de la mitología.
Son los soldados que marchan a tierras enemigas; pensando en medallas,
trofeos y gozando en el regreso: se van como soldados y volverán como héroes. Todos alegres, sonrisas en sus bocas y mostrando sus blancos dientes; gallardos y altaneros...
Y cuando los días se volvieron semanas y meses, los soldados volvieron, con sus armas arrastrándolas, sus cuerpos vendados, sus botas sin lustre, sin medallas, sin galones, sin banda ni honores; muchos de ellos lloraban por haber regresado vivos...
Sin aplusos, sin besos, sin flores. Las ventanas y puertas cerradas no pudieron verlos en la triste llegada; pero todos ellos habian aprendido, en la tierra lejana, algo que nunca olvidarían en su vida y juraron transmitirlos a sus hijos y nietos:
No hay tierra enemiga, la tierra sólo quiere amigos que abran surcos, dejen las semillas caer en sus acequias, para que germinen y sus frutos alimenten a todos.
¡ Amigos y enemigos !
Mario Beer-Sheva
" Una persona es grande, cuando extiende su mano, cuando cierra su boca y abre su corazón " Anónimo.-
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