En lo alto del cielo, la luna curiosa, con sus estrellas, que como linternas le van alumbrando el camino, mientras la luna, vigila la tierra y goza de los amores que aman la noche y esquivan el sol.
Parado en una esquina, lejos del farol, espero con ansias que llegue mi amor; de pronto intuyo los pasos de ella, me acerco al farol y al verme, la escucho correr.
Somos amantes, amantes de la noche, de la oscuridad, del anonimato, tenemos el secreto, que debemos guardar. Nadie lo sabe, nadie debe saberlo, sería la muerte para nuestro amor.
Al verme en las sombras, apura sus pasos, cumpliendo su urgencia; yo abro mis brazos y ella cae rendida, con sus palmas en mi pecho, estrecho su cuerpo, que tiembla de emoción. Su aliento de cansancio, cosquillea en mi cuello, como una caricia de entrega total.
Nuestras ávidas, bocas, se buscan y se encuentran, nos besamos, sin una palabra, mientras nuestras manos, curiosas e inquietas, exploran al azar.
La luna, asombrada, nos mira muy seria; ella sabe que estos amores son de rápido final. Son amores oscuros, enemigos del sol, evitan la gente, buscan la soledad, son amores prohibidos, sin techo, sin futuro, sin lugar.
La luna sabe de todas estas cosas, su experiencia es tan amplia, sólo espera el final.
Las primeras luces van quebrando la noche; es momento de partir, es momento del beso final, del abrazo muy fuerte y la lágrima, que quiere asomar.
Ponemos todas nuestras fuerzas en la despedida; quien puede saber...
¿ Será la despedida final ?
¡ Preguntémosle a la luna, ella lo debe saber !
Mario Beer-Sheva
muchisimas gracias magno poeta por concedernos el privilegio de sumergir nuestra alma en el dulce manantial de tus bellisimas letras, un besin muy muy grande de esta asturiana amiga y admiradora de tu alma de poeta.
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