Recibí la llamada, con dolor escuché su voz…
Apoyé mis brazos sobre la mesa, mi cabeza descansó sobre
ellos,
y las lágrimas libremente mojaron mis manos y de mis
mejillas
se deslizaron, silenciosamente, hasta humedecer la madera…
Lloré con pasión, como un bebé reclamando su comida, como un
niño herido llamando a su madre, como un adolescente
esperando
una cita que nunca llegó, como un joven solo y triste sin
amigos,
como un hombre que despide los restos de un ser querido,
como
un cumpleaños en soledad…
Lloré con insistencia y con humildad, lloré por los
recuerdos y los
sueños. Lloré hasta el fin de mis lágrimas y cuando mis
ojos, al fin
se secaron, levanté la cabeza y miré a mi alrededor…
Lavé mi cara, peiné mi pelo, afeité mi barba, mi mejor
camisa, mi mejor
traje, mi corbata más elegante, lustré mi zapatos…
La vereda iluminada por el sol del medio día, me recibió con
alegría…
La depresión herida, quedó en la puerta de mi zaguán,
fallecida…
La frente alta, la sonrisa en flor, y con paso decidido salí
buscando un
nuevo amor…
La búsqueda, la búsqueda de una amor que cure otro amor …
¡Estoy seguro que la podré hallar y mi búsqueda será un
ideal!
Mario Beer-Sheva.-
“Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca”
Jorge Luís Borges.-
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