¡Oh, mujer! Eres tan hermosa como el mismo pecado, como las miradas que muestran la pasión de tu cuerpo, como tus ojos de intenso brillo que clama, sueña, con tapar mi boca y morder mis labios, como tus manos inquietas que buscan la piel para acariciar mi cuerpo, como el susurro de tu voz que una y otra vez promete salvajes noches, en invierno y largas caminatas en el verano alejado de ojos indiscretos que despierta temor en nosotros, que tanto tenemos para esconder.
¡Esconder un pecado! Que sensación hermosa que pone a prueba nuestra lujuria y acelera nuestra sangre; como el trapesista en el circo que noche a noche pone su vida en juego para recibir como regalo el apluso de su poúblico que lo insita al peligro como un vicio incontrolable.
Soy pecador y tu eres pecadora y así vamos unidos como si fuera una gracia del cielo pensando que vivimos, como vivimos, por nuestros caminos de fuegos sin pensar en el castigo, rechazando la redención creyendo que lo nuestro nos guiará por la senda del perdón.
¿Acaso queremos el perdón?
¡No, claro que no, sólo pedimos pecar hasta que se nos gaste el corazón!
Mario Beer-Sheva
pensamientospoemas@gmail.com
"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, bebe sin tener sed y habla sin tener nada que decir" Anónimo.-
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