Tu despertabas, en mi, el apetito de mi juventud. En ti calmaba mi sed, en tus brazos soñaba con ansias que de la vida esperaba, tus besos encendían el fuego sagrado del amor, enredaba mis dedos en tu pelo mientras tu reías; reías de placer, el aroma de tu cuerpo se asemejaba a un gran jardín y yo como0 un jilguero cantaba de alegría al verme confundido entre tantas flores hermosas y de distintos aromas.
¡ Era todo un edén !
Pero la realidad, que es ciega, sorda y muda, nos trajo de vuelta a la tierra donde nos esperaba el fin del sueño, el despertar, el amanecer a la vida que nos tocaba vivir.
Loa años han pasado, los fuegos se han apagado, las cenizas se han consumido; y nuestros corazones helados, ya no pueden amar.
¿ Y nuestra mente ?
Donde corretea nuestros recuerdos y aprovechando el silencio, de la soledad, afloran en nuestras almas y como, viejas películas, nuestras mentes las proyectan y algunas lágrimas, como aplusos, se dejan ver.
¡ LA vejes no nos trajo la tristeza !
Avivó nuestros recuerdos, gozamos con ellos, nos tomamos de la mano, nos mimamos con bellas palabras y seguimos viviendo en el edén. Hoy podemos decir que la vejez tiene sus bellezas; amamos como siempre hemos amado, gozamos en plenitud, como siempre lo hemos hecho, nuestros ojos sonrien, como pícaros ojos al sólo mirarse.
La vejez alegra nbuestra vida, nuestra vida que vive en nuestros corazones,
en nuestros pensamientos,
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