La luna alumbraba mi camino, del barrio que un día abandoné y mis ojos se llenaron de lágrimas y apoyado en un árbol, como un chico, lloré.
Lloré por los años de ausencia, lloré por los años que al barrio extrañé, y por seguir luces que encandilaban,
por amores traicioneros, por juramentos no cumplidos
por palabras falsas, que a mis oídos endulzaban y sonrisas traicioneras; en los laberintos del falso amor, me perdí.
Me perdí y cuando quise volver al barrio, que me vio nacer y me protegió,
me encontré que había perdido el rumbo: que no sabía como volver.
Vagabundee por barrios, calles y pueblos y a mucha gente pregunté, donde
estaba mi barrio, algunos me ignoraron, otros me miraron y en silencio, me
dieron vuelta la cara, para perder de vista mi aspecto andrajoso, y el color
de mi cara embrutecida por el alcohol.
Y un día llegué a mi barrio, que apenas reconocí; la luna era la misma y ella me tomó de la mano, iluminando mi senda y a mi casa llegué. La vi vieja y abandonada, refugio de escoria humana, drogas, alcohol y miseria.
Ahí encontré refugio; entre mis pares y en mi casa me sentí.
Esa noche la luna lloró, la lluvia la acompañó.
¡ Nadie notó mis lágrimas, salvo la luna y el barrio, que un día abandoné !
Mario Beer-Sheva
" Ningún hombre sabio ha querido nunca ser más joven " Anónimo "
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