La tarde de invierno, el
cielo plomizo, aprovecho el calor del hogar
para junto a un libro, que no
leo, esperando la cena y el ocio que
cierra mis párpados y en mi
mente mis muchos años comienza a
pasar, como una vieja
película, escenas vividas pero no olvidadas.
Mi primer beso que supo a
menta, una caricia que mi mano con poco
valor se posó en su rostro de
piel suave y juvenil, que hizo latir mi
corazón desbocado sin saber
que era placer.
Tardes de recuerdos que en
los días de ocio en los muchos años vividos
acuden a mi mente, muchos
ellos con una sonrisa y algunos con una
lágrima de un dolor que no se
olvida o que no se quiere olvidar.
Temo al ocio como temo a la
soledad que me da tiempo a pensar y los
recuerdos, como tropel
desbocado, acuden a mi mente hasta que el dolor
se introduce en mi interior y
reniego por esos años que se fueron dejando
una experiencia que de nada
sirve y a nadie interesa.
Intento salir a la calle a
pesar del gris del cielo, de la humedad y del frío.
Titubeo por el clima y el
cielo encapotado pero mi temor al ocio es mayor
que la prudencia.
Haciendo fuerza de voluntad
tomo la vereda y comienzo a caminar…
¡Camino, camino, camino, tal
vez el ocio quede atrás y yo deje de temer!
Mario Beer-Sheva
“La inspiración existe, pero
tiene que encontrarte trabajando”
Pablo Picasso.-
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