Unos besos, abrazos, saludos y subió al tren. Se sentó junto
a la
ventanilla, el tren se puso en marcha, con ruidos de pito y
humo
de carbón, ella saludaba, amigos y parientes le arrojaban
besos
y hasta algunos flores y grandes deseos de felicidad futura.
Si iba a la capital, a casarse con el hombre que la amaba,
dejaba
el pueblo que la vio nacer y a mí con mi amor secreto…
El tren tomaba velocidad el ruido y el humo se fue perdiendo
en
la distancia hasta que solo quedó pequeños vagones internándose
en la campiña.
Me encontré solo, en la pequeña estación; bueno solo no
estaba me
acompañaba los recuerdos de su sonrisa que dibujaba, de sus
ojos
que tantas veces quise hundirme con pasión, de sus besos que
noches
tras noches, como un sueño maravilloso, tapaba con mi boca
musitando
palabras de amor, de su piel que siempre quise acariciar.
Los años pasaron ella se hizo mujer y yo hombre maduro y hoy
como
una estaca en el corazón me abrazó antes de subir al tren y
en mi oído
dejó caer las palabras anunciando el dolor que hasta la
muerte llevaré:
¡Has sido mi mejor amigo!
Mario Beer-Sheva
“La palabra progreso no tiene ningún sentido mientras haya
niños
infelices” Albert
Einstein.-
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