Quiero estar, aunque no me veas, aunque no sepas de mi, en
tu
vida. Quiero estar, saber de tus momentos tristes o alegres,
saber
de tus lágrimas, de tus risas tristes o risueñas, pero estar
en tu
vida, me daría la ilusión de ser parte de ti, de compartir
tus sueños,
conocer a tus amigos, el lugar en que vives, los paisajes
que miras,
el idioma que hablas, la tierra que pisas…
Es tan poco lo que pretendo: pretendo ser como el pequeño
grano
de arena que se introduce en el zapato y a pesar que es un
estorbo
nos recuerda que la arena existe. Como ves es muy poco lo
que pido;
tu me lo podrás negar, y yo seguiré pidiéndotelo porque
quiero estar
en tu vida…
No comprendiste mi amor lo etiquetaste como posesivo y así
fue; no
puedo compartirte con nadie y después de los años pasados he
vuelto
a tu lado a suplicarte que me dejes asomarte a tu vida…
Niégamelo estás en tu derecho pero déjame aunque sea, en la
distancia,
seguir tu día, seguir tus pasos, brindar por tus logros, ver
al hombre que
elijas y hasta levantar la copa brindando por ti…
Quiero ser en ti como un fantasma, recordar tus ardientes
besos curiosos
que encendían nuestros cuerpos, sedientos de pasión, y se
entregaban a
la locura desenfrenada que nuestra piel, al contacto, nos
hacía transitar
por otro mundo…
Hoy que nada de eso quedó te suplico me dejes ser solo un
fantasma.
¡Un fantasma del
pasado con corazón de presente!
Mario Beer-Sheva
“La felicidad también deja marcas. Pero pocas veces son
indelebles”
José Narosky.-
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