Ayer los he visto desfilar alegres y gallardos; con sus
gorros que
miraban al frente como apurando la marcha, su ropa impecable
como si fueran a una boda, sus botas con lustre que su
brillo
encandilaba, sus armas compitiendo con el brillo del sol,
tambores
que al unísono marcaban el paso buscando la recta donde
honores
y medallas los estaban esperando.
¡Eso fue ayer o quizás hace unos días, hoy los he vuelto a
ver!
No son los mismos; sus cuerpos encorvados como llevando en
sus
hombros un peso difícil de transportar, su ropa arrugada,
sus botas
que ya no lucen, sus armas sin balas, y los tambores que
marcaban el
paso los veo mudos con parches y nudos.
La falta de medallas les borró la sonrisa de sus caras, no
hay honores,
no hay banderas, ni gallardetes que identifique al
regimiento o a su
patria.
Muchos de ellos lloran pero nadie los ve, las calles vacías
sin aplausos
ni algarabía, algún perro ladrando en una esquina, alguna
madre esperando
a su hijo, alguna novia rezando que vuelva.
Son los mismos que he visto marchando a la gloria y hoy veo
volver con
la derrota sobre sus hombros, cansados, y sus rostros
tristes. Asombrados de
haber despertado de un sueño que no existe.
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Se me ocurre un pensamiento: la razón es de los fuertes, los
sueños son de
los débiles.
Mario Beer-Sheva
“Los valientes también temen. Pero siguen avanzando” José
Narosky
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