Los oigo llegar con marcha forzada, ligera y gallardos en
sus
movimientos, sus botas lustradas y cuidadas, compiten con el
sol de la mañana, son jóvenes y están alegres van en busca
de
la victoria y la fama, de galones y medallas, el himno con
alegría
junto con tambores y clarines le dan un marco como promesas
de sus futuras acciones que tendrán a sus regresos.
La gente los mira con asombro agitando pañuelos y banderines,
otros con aplausos los despiden deseándoles triunfos y
conquistas
y así hasta perderlos de vista.
El tiempo a pasado; en días semanas o meses y un día
regresan, con
el silencio de las calles vacías, los reciben a los que
pudieron volver.
Algunos arrastrando las armas, su ropa sucia y arrugada,
algunos con
sus ojos que ya no ríen, otros vendados con muletas o
bastones, sus botas
opacas sin brillo sus hombros caídos su marcha desordenada y
sin
gallardía.
¡Si; han conocido la guerra!
El horror, el dolor, el sufrimiento, los gritos y las
lágrimas por defender la
tierra la misma tierra de aquellos llamados enemigos.
Quisieron matar y
mataron, con las armas bendecidas y también los mataron con
las mismas
también bendecidas.
Y en este capricho inexplicable de la vida los dos bandos
aprendieron que
deben amar a la soberana a la única a la:
Paz.
Mario Beer-Sheva
“El hombre superior no se perdona lo que perdona a otros”
José Narosky.-
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