La copa sobre la mesa, a su lado la botella, con el dulce
licor, listo
para ser servido y una mano amiga haga el brindis de honor…
Brindo en soledad por aquellos que he conocido y hoy no
alcanzo
a recordar, por aquellos que fuimos amigos y hoy mareado no
saben
quien soy…
El licor quema mis labios, nuevamente levanto la copa para
brindar
por los que no están, por los que están y no conozco su
destino, por
las mujeres que amé y nunca fui correspondido, por aquellas
que
reían en mis brazos y hoy las veo arrastrando los años, la
sonrisa
extraviada y los ojos con lágrimas recordando el pasado…
El alcohol me está asiendo efecto; mis manos tiemblan, pero
en el
brindis no debo olvidar mis hijos, que no sé donde están. Y
si ellos
existen espero que en algún momento recuerden que tuvieron
padres,
que de ellos se ocuparon, los amaron y los protegieron y en
cuanto
pudieron abandonaron a los que le dieron la vida…
Estoy perdiendo el equilibrio el alcohol se adueñó de él
todo gira a mi
alrededor mis piernas no me responden. Una vez más no puedo
terminar
mi brindis, la copa cae de mi mano y mi cuerpo detrás de
ella …
Estoy en el suelo borracho y perdido mis brazos como molinos
de viento
quiere aferrarse y no encuentra sostén. Me interno en el
pesado sueño, del
licor, perdiendo la conciencia. Y hasta escucho mis propias
palabras:
¡Hasta el próximo brindis en soledad!
Mario Beer-Sheva
“Hombres que volaron alto, dejaron huellas muy profundas”
José Narosky.-
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