Cruzando el puente, viendo el río pasar, escuché en el
silencio de
la tarde la misma música que oímos en nuestra primera cita
el
agua esquivando las piedras producía un sonido que lo
tomamos
como nuestra canción. Sentados a la costa del río que
serpenteaba
por el cause inclinado produciendo el sonido del beso
escondido.
De nuestro cuerpo pidiendo amor y finalmente él fue testigo
de
nuestra pasión…
Después de tantos años he vuelto a la costa del río y lo he
visto
correr, con premura, buscando la salida al mar. La música
que oí es
la misma que arrulló nuestro amor, su agua fresca, sus
lavadas piedras,
brillaban al rayo del sol, los mismos sauces inclinados
buscando la
humedad que de vida a sus árboles, los gorriones refrescaban
sus
cuerpos mojando sus alas con la espuma del río…
Todo estaba igual.
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¡Pero tu no estabas! ¿Cuándo estarás? ¡Tu nunca más estarás!
Ya nada es igual; ni la música que produce el agua al correr,
las piedras
se han gastado y la música ha cambiado y hasta los gorriones
han dejado
de adornar con su presencia…
Sólo la memoria del río que me hace llorar.
Mario Beer-Sheva
“Nosotros los judíos tenemos un arma secreta en nuestra
lucha con los
árabes; no tenemos lugar a donde ir… “ Golda Meir.-
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