La sala en silencio, la expectativa se movía entre los
presentes, en el
escenario el presentador abrió el sobre y con voz, clara y
firme, a los
atentos se dirigió dando el nombre del ganador del premio
presente.
Victoreo y aplausos recibí con la mayor modestia, mientras
mis pasos
se dirigían al proscenio en busca del galardón.
El premio en mis manos, a pocos centímetros del micrófono,
con algo
de nervios:
“Quiero dedicar este premio a la persona inspiradora de mi
trabajo, que
fue mi compañera en momentos difíciles. Hoy, ella no está en
la sala,
o puede ser que estuviera, pero, si está en mi corazón, vive
en mi, es
guardián de mi alma y almohada de mis desvelos. Este premio
es para
ella. Gracias mi eterno amor.”
Con fuertes aplausos volví a mi butaca. El premio en mis
manos junto
a mi corazón; como acariciando recuerdos una sonrisa en mis
labios se
dibujó.
Pasado el acto, el público fue abandonando la sala, algunos
con un premio
en las manos y sonrisas en sus labios, otros, en cambio, sus
manos vacías
y desilusión en sus rostros.
Al quedarme solo, me acerqué al atril, deposité el premio
esperando que ella
lo venga a buscar. El premio no era mío.
¡ Mis manos lo escribieron, su alma me lo dictó !
Mario Beer-Sheva
“Una biblioteca es un lugar donde usted puede perder la
inocencia sin perder
la virginidad” Germaine Greer.-
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